Los colores y sus percepciones son responsables de una serie de estímulos conscientes e inconscientes en nuestra relación psíquico-espacial. A pesar de su presencia y sus variaciones, presentes en todos los lugares, ¿te has preguntado cuál es su papel en la arquitectura?
Así como los propios elementos constructivos que componen el objeto arquitectónico, la aplicación de los colores en las superficies también influye en la experiencia del usuario en el espacio. Según Israel Pedrosa, "la sensación colorida es producida por los matices de la luz refractada o reflejada por el material. Comúnmente, se emplea la palabra color para designar esos matices que funcionan como estímulos en la sensación cromática".
Describir la relación de los colores bajo los diferentes aspectos que los rigen, o incluso la sucesión de estudios existentes, es tan complejo como extenso. El color puede ser asociado a la Psicología, al Simbolismo o al Misticismo; obtiene diferentes significados según el período artístico, histórico o incluso la cultura; cambia al enfrentarse a la luz; entre muchos otros temas. Este artículo no pretende abordar aspectos técnicos sobre los colores o conceptos estudiados por los críticos, sin embargo, busca reflexionar en torno a la relación entre el color y la arquitectura.
Tomemos como ejemplo algunos nombres consagrados de la historia de la arquitectura. Mientras en la obra de Luis Barragán el color evidencia la pureza espacial como elemento evocador de emociones, Siza Vieira se adhiere al acromatismo de las superficies. Mientras Lina Bo Bardi emplea el rojo en algunos elementos arquitectónicos, Legorreta adopta colores exuberantes provenientes de la cultura mexicana.
El color puede evidenciar un determinado volumen o detalle constructivo o mimetizar visualmente determinados aspectos del espacio. También puede propiciar un conjunto de emociones o efectos visuales.
Si establecemos un ambiente con muros, pisos y techos neutros, al aplicar ciertos colores en las distintas superficies aparecerán efectos visuales diferentes. Por ejemplo, si aplicamos una tonalidad más oscura en el techo, se genera la sensación de un espacio más bajo; si aplicamos el color en la pared central del espacio, se crea visualmente la idea de un cierto "acortamiento espacial"; mientras que, si se aplica en todos los muros, se produce la percepción de un espacio más largo de lo que es en realidad.
Si se pintan sólo los muros laterales del espacio, se denota la idea de estrechamiento; de modo contrario, al pintar la pared central y el techo en la misma tonalidad, el ambiente parece ampliarse. Si se busca bajar la altura del espacio o poner el foco a la altura de la mirada del observador, basta con pintar todas las superficies a media altura, poniendo los tonos más oscuros en las superficies superiores.
Pero los colores no existen sin la presencia de la luz. Como dice Israel Pedrosa en su libro Da Cor à Cor Inexistente, "el color no tiene existencia material: es sólo la sensación producida por ciertas organizaciones nerviosas bajo la acción de la luz. Con más precisión, es la acción provocada por la acción de la luz sobre el órgano de la visión". [2] El color está íntimamente ligado a los estímulos psicológicos y puede ser trabajado en conjunto con los volúmenes y la forma de cada proyecto.
Fuente: plataforma de arquitectura, Matheus Pereira 17 de Mayo, 2018
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